En el Castillo con dos fantasmas y un perro guardián. Todos están
muertos. Sucede todo en un plano de realidad en el que me he evadido. He
viajado al futuro a engendrar mis hijos que vengarán mi muerte sin moverme del
sitio. Dolor para el dolor. Desconocimiento para la verdad. Sueño para la
realidad. Realidad para todos mis sueños como un deseo de agua inacabable.
Volviendo a soñar que soñaba me despertó el aleteo de una mariposa en Pekín.
Soy el hombre de regreso de todas partes con cadenas psíquicas atado a una cama
de la que no me puedo alejar y vuelvo siempre a soñar que sueño que despierto
en esta misma cama donde ahora escribo. Nada más racional que sentir, nada más
racional que soñar, nada más absurdo que vivir despierto con mis ojos
crucificados, con mis cuernos atados por una maroma, con mis alas de cera
fundidas por el sol, con mi único ojo cerrado cegado por la luz caminando
despierto por los caminos que conducen al ayer, buscando una calle por la que
nunca haya transitado, un paisaje surreal de tierra roja, de tierra blanca, de
tierra amarilla; masticando piedras sonoras más allá de cualquier parte; en ese
territorio inexplorado de la vigilia lunar, usando palabras como cerradura
mental buscando una caja en el fondo de mi mar interior donde todo está en
calma, en ese lugar donde sólo yo puedo entrar buceando en mí cada vez que
despierto a mí como si fuera náufrago de mi interior cosechando desgracia,
atrayendo hacia mí cualquier desgracia posible para sortearla en un requiebro
de mis caderas como un obstáculo para la plena felicidad. Atraigo rayos sobre
mi cabeza desplumada, despeluchada, desproporcionada hacia el interior,
endógema y monógama. No cierro ninguna puerta pero la que lleva a tí está
abierta de par en par. Nuestros hijos han nacido nuevos y perfectos; de cal y
arena en el charco de tu vientre donde se baña la belleza para ser perenne. Soy
el autor de tu bodevil, soy el encanto encantador que te susurra como el viento
en tu ventana; sonrió al verme marchar de tu lado penando por volver a verte,
por poder retener tu cara, tener la idea de tí cuando pienso en tí. Es difícil
recordar y más fácil hacerse una idea. Tengo miedo de decir lo que tanto quiero
oir. Te quiero oir; te quiero escanciar en mi boca como zumo de vida, de vida
libre, sin principio ni final, siempre, nunca jamás, todos los días de este
mundo.
DAVID
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