¿Es
el amor romántico una forma de maltrato? Normalmente cuando alguien
te dice “te quiero” no quiere decir te quiero apuñalar, pero es
lo que sucede en muchas ocasiones. Hay personas o quizá sean los
valores culturales arraigados en nuestra sociedad patriarcal que
consideran a la pareja como una posesión, igual que el coche, el
chalet o el trabajo. Es el sueño americano o capitalista, la
obsesión por la normalidad, por tener miedo a sacar los pies fuera
del tiesto y acabar siendo un outsider o un looser. Las mujeres y los
niños primero. En cualquier naufragio, el capitán se hunde con el
barco como un machote. Más allá de polémicas lingüísticas sobre
miembros y miembras, la discriminación positiva no deja de ser eso,
discriminación. En la Universidad un profesor decía que una mujer
negra pobre en Estados Unidos era discriminada por ser negra, por ser
pobre y además por ser mujer. Lo mismo sucede con los minválidos ya
sean hombres o mujeres, en primero de lingüística se enseña que la
palabra subnormal, tarado, histérica en cierto momento fueron
términos científicos que como palabras tabú acaban convirtiéndose
en insultos. Hemos pasado en menos de veinte años de ser
minusválidos a ser personas con capacidades especiales; pasando por
el término discapacitados. Todos estos prefijos tienen significado
de menos, no. Lo cierto es que ya no saben ni cómo llamarnos. Por
eso yo que padezco una enfermedad mental y prefiero el término de la
lengua común: loco, porque se puede estar loco de amor, loco de
contento, se puede reir como un loco, saltar como un loco. Lo cierto
es que los minusválidos estamos cansados de palmaditas en la espalda
y de que nos consideren diferentes o extraños, de producir miedo; y
de que los propios servicios sociales sean güetos o en la práctica
vertederos humanos donde nos tienen drogados y controlados
preventivamente. La extrañeza, y el alejamiento que se produce ante
un cojo, un manco, un ciego, un gordo, es en cierto modo una
cosificación. Los profesionales de la salud mental hablan del
estigma de la enfermedad mental. Los enfermos mentales sufren a
diario ese estigma, se les criminaliza y se los trata como si fueran
personas agresivas, graciosas o estúpidas, se espera de ellos una
serie de cosas negativas que no se esperan de una persona normal, y
lo cierto es que muchas veces tienes la pulsión de tirar la toalla y
decir “sí y qué me da igual” y de darte media vuelta. Cuando te
diagnostican una enfermedad mental tienes que andar todos los días
demostrando a todo tu entorno que no estás loco, desde tu familia o
amigos hasta al panadero. Tu vida se complica enormemente: vives con
una medicación que necesitas para no tener síntomas que tiene
efectos sobre tu capacidad cognitiva, de concentración, efectos
físicos como aumento de peso,temblores, o en la esfera sexual. De
repente te encuentras con que las cosas que hacías habitualmente sin
esfuerzo te cuestan mucho más y que tienes que ocultar tu enfermedad
para que te traten como a uno más en todas las esferas, estudios,
trabajo... la familia no se elige y cada cual tiene la que le ha
tocado.
En
multitud de ocasiones, acabas comportándote como se espera de tí;
la imagen que te transmite la gente al relacionarse contigo. Es como
si tuvieras que parecerte a tu caricatura o a tu retrato robot. La
frase de Ortega de yo soy yo y mis circunstancias se ajusta como un
guante. Yo soy yo ante la agresión y el maltrato; yo soy yo ante la
maledicencia y el desprecio; yo soy yo ante la soledad y el abandono.
Si fuera una persona querida, respetada y aceptada con normalidad, me
comportaría de una manera bien distinta. No es lo mismo un beso o
una caricia o una palabra amable y sincera que la mofa y el insulto,
que el acoso y el linchamiento.
David
Enhorabuena por este escrito. Una narración en primera persona que además de estar muy bien escrita, servirá de apoyo a todo el que la lea.
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