A
lo largo de la historia de la humanidad las personas han reaccionado siempre
con asombro, incredulidad y miedos ante los trastornos psíquicos. Las
enfermedades psíquicas encierran una connotación misteriosa, Resulta incluso
más difícil de afrontar que cualesquiera otras enfermedades convencionales.
Carecemos de respuestas nítidas y precisas. Y al principio, además, preferimos
obviarlas.
Estamos
en el siglo XXI, y pese a todos los problemas económicos, vivimos en sociedades
privilegiadas como la nuestra. Buscamos y ansiamos respuestas racionales
científicas para todo. Pero esto no siempre es posible. Ante las enfermedades psíquicas
debemos aceptar y entender que no es así. Sin embargo, no debemos tener miedos
en este sentido. No podemos, ni debemos, aislar a los enfermos psíquicos, salvo
en caso excepcionales de máxima gravedad.
Debemos
hablar con naturalidad de estos problemas en el ámbito familiar y social. Como
de cualquier otra enfermedad. Esto ayuda, sino a curarlas, si a mejorar la
calidad de vida, y el estado de ánimo, tanto de las personas enfermas, como de
las que conviven con ellas y les dan todo su cariño.
La
angustia y los reproches constantes del grupo de referencia, y las reacciones
de desesperación, únicamente consiguen transmitir a las personas afectadas que
no son suficientemente válidas. Cuando en la inmensa mayoría de los casos esto
no es así.
Todos
hemos de adoptar una actitud de valentía y naturalidad, como ante cualquier
otro problema de los tantos que se nos presentan en esta vida. Esta será la mejor garantía de
luchar por la felicidad de estas personas y sus familiares más cercanos.
Por
tanto, aún desde las dificultades, es necesario construir para estas personas
una vida que discurra por la senda de la integración psíquicamente sana. Que
les facilite el mejor desarrollo integral posible, en su contexto físico,
psicológico y social, como meta para su proceso evolutivo.
El
enfermo psíquico puede tener ciertas conductas de inadaptación al orden social.
Es de reconocer que es alguien distinto. De acuerdo. Pero, en la medida de sus
posibilidades, quiere compartir las reglas del juego y los valores de la
socialización y la familia. No se le puede, ni se le debe, discriminar, apartar
y aislar sin más. El trastorno mental ha de concebirse como un desorden
personal o desequilibrio en los aspectos que conforman la unidad psicofísica
que es el ser humano.
El
acercamiento a la enfermedad psíquica en sus diferentes manifestaciones, nos
puede permitir entender mejor y contextualizar toda una serie de problemas de
la psicología actual y de la propia sociología en sus comportamientos como
sociedad. Por ello, se están dando pasos, lentos pero significativos, como la
aceptación común de la necesidad de apoyarse en las fuentes originales y en la
búsqueda de una confluencia de enfoques, que permitan profundizar en las
diferentes manifestaciones de lo que llamamos enfermedades psíquicas, dada la
interacción de factores de nuestra existencia.
Hemos
de superar los elementos de segregación social y cultural aún existentes hacia
el enfermo psíquico. Hemos de potenciar las acciones de protección de la salud
psíquica y la atención dentro del entorno social de las personas en riesgo. Y
trabajar, como se viene haciendo, programas especializados de rehabilitación, como
base para obtener los mejores resultados con las personas afectadas.
Vicente
Parreño Peñarrubia
Profesor
de la Universitat de València
Facultad
de Ciencias Sociales, Facultad de Psicología y Facultad de Magisterio.
Vicente eres de las mejores personas que conozco.
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